A pocos días de la elección de quienes encabezaran las candidaturas a la presidencia de la república en 2024, lo mismo del partido en el poder, que de la oposición. Los enfrentamientos y desacuerdos entre tribus, grupos y castas de esos institutos políticos crecen.
El malestar y la algidez permea manifestándose en todo tipo de comentarios de desaprobación o descalificación, entre los públicos que apoyan bien a uno o a otro de los aspirantes. En el caso de Morena, es conocido de sobra el desagrado de Marcelo Ebrard y su equipo en contra de Claudia Sheinbaum, lo que ha enfrentado lo mismo en las redes sociales que en actos públicos a sus simpatizantes.
En la contienda entre Xóchitl Gálvez y Beatriz Paredes, ahora que Santiago Creel se ha bajado de la pelea, las estructuras partidistas buscaran orientar la designación de sus correligionarias, lo que creará más tensiones al interior del PAN y del PRI, además de acentuarse la incomodidad de las personas que apostaron por un proceso primordialmente ciudadano.
Pero el enojo no queda solo en las esferas de los militantes formales, sino que trasciende a los electores que se inclinan por simpatía con alguno de los aspirantes. Siendo así, que las facciones en Morena se dispensan calificativos, acusaciones e improperios por las diferencias que mantienen sus líderes.
En el bando del Frente, aunque con distintos argumentos, Xóchitl considera que ella vino a darle vitalidad y un nuevo aire a la oposición, razones que no comparten plenamente los dirigentes de esos partidos, al minimizarlos. Tampoco lo creen una amplia mayoría de militantes de esos institutos, situación que genera fricciones en el seno de ellos y pone en tela de juicio la mecánica de su proceso.
Con tales hechos, queda rota la visión romántica de unidad y fraternidad de los progobiernistas y los opositores, mostrándose la cara rancia de la lucha por el poder. En realidad, es probable que al final se logren acuerdos y negociaciones que moderen los ánimos de ganadores y perdedores, pero durante los días que quedan de aquí a la designación, se elevara la temperatura, crecerán las tensiones y como expresa el dicho, conoceremos a varios políticos que mostraran el cobre.
Después, una vez ya electas las candidatas o el candidato, vendrá un proceso aún más complejo, pues la polarización que vivimos probablemente hará que algunos personajes y diversos ciudadanos muestren el hosco rostro del fanatismo y de una previsible guerra de lodo entre férreos liberales y conservadores.
En este predecible escenario, esperamos que las y/o el contendiente por la presidencia, así como todas y todos los candidatos, en sus distintos niveles de representación, asuman un papel de decoro y responsabilidad. En el que se privilegien los proyectos, las ideas, las soluciones a los problemas del país y se constate la invitación a los mexicanos a lograr la tolerancia, el debate inteligente y los objetivos comunes.
Como están las cosas, esta utopía seguro no sucederá, porque como lo hemos expresado reiteradas veces, la polarización reinante, es aprovechada por los políticos convencionales a los que les interesa profundizar las diferencias, en la lógica de una mayor rentabilidad electoral.
¿Quién mostrará pues la prudencia y patriotismo para no llegar a la guerra fratricida? ¿Quiénes seremos responsable de ello, los políticos o los ciudadanos?
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