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¿Qué quedará al Final de Partida?

Humberto Morgan Colon

Albert Einstein insistió, en que es más fácil desintegrar un átomo, que un prejuicio.



Albert Einstein insistió, en que es más fácil desintegrar un átomo, que un prejuicio. Esta sentencia, tiene tanta o mayor vigencia que cuando la exclamó, particularmente en una sociedad dividida y polarizada como la nuestra, que crece de manera alarmante en sus fobias y rencores, sin que nadie, tenga la prudencia para detenerla, pues ya sabemos que detrás de estas actitudes se esconden intereses políticos o económicos que se sobreponen al desarrollo armónico del país.

Ya no podemos llamarnos a engaño, vivimos tiempos en los que la razón y los argumentos con sustento en la realidad, han cedido su lugar a mentiras y conspiraciones. A informaciones con alta carga emocional, en la que predomina el odio, la indignación y la descalificación del otro. Además de los prejuicios ideológicos de los que se consideran representantes de la legión de los buenos contra los malos. Lo triste de la historia, es que todos nos sentimos los buenos, independientemente si asumimos el rol de liberales o conservadores, conforme los parámetros que hoy ha impuesto la 4T.


El pasado fin de semana fuimos testigos y algunos más, actores de la emisión de descalificaciones y/o de apoyo a la extradición de Ovidio Guzmán a los Estados Unidos, la marcha del contingente del ejercito ruso en el desfile del 16 de septiembre y la ausencia de los representantes del poder judicial en las ceremonias conmemorativas del Grito de Independencia.


Hechos, que si bien tienen una connotación relevante en la opinión pública, se extrapolaron a tal grado, que nuevamente fueron pretextos para que se descalificaran los bandos antagónicos y que los medios de comunicación que están orientados a uno u otro lado del espectro político comentaran con virulencia sus posiciones a favor o en contra. Con lo que el combustible que mantiene prendida la hoguera, la inflamo al rojo vivo por enésima ocasión.


Nos quedan ocho largos meses antes del domingo 2 de junio de 2024, en los que la confrontación entre candidatos, miembros de partidos políticos y ciudadanos que hemos tomado el papel de comparsas de los grupos con los que nos identificamos, nos llevaran al borde del abismo y peligrosamente, al punto de no retorno de una grave descomposición social, si no detenemos esta necedad.


Un par de semanas atrás, José Luis Cruz estreno junto con un gran amigo, Guillermo Díaz, la obra Final de Partida, pieza del teatro del absurdo escrita por el dramaturgo irlandés Samuel Beckett, en el que explora la irracionalidad de la condición humana.





La puesta en escena muestra el juego rutinario entre dos personajes, el ciego y paralítico Hamm y su sirviente Clov al interior de un refugio, el home, que parece ser el último reducto de vida tras una ficticia catástrofe nuclear, durante el transcurso de la segunda guerra mundial, que termina con el ciclo natural y biológico, donde ya no es perceptible el sol, las mareas, ni la gestación, solo la penumbra y la degradación.


Aun así, recluidos en un espacio reducido por tres paredes y acompañados por los padres de Hamm, Nagg y Nell, par de ancianos mutilados de piernas que son confinados en sus respectivos tambos de basura, el acontecer se reduce a hacer pasar el tiempo hablando y lastimándose, sin otro horizonte que la humillación y el chantaje personal, en un tiempo siniestro, de la ruina, la supervivencia y el sin sentido.


Un tiempo como el que hoy vive la sociedad mexicana, que en el colmo del cinismo busca la recomposición del país en palabras y más palabras que son insumo para la confrontación. Chantajeándose y lastimándose, como Hamm y Clov, que no alcanzan a percibir el daño que se ocasionan y con ello a terceros.


La obra sacude y desmonta cierta ilusión en un humanismo vital, al tiempo que nos permite reflexionar sobre lo absurdo de hacernos daño en una nación mexicana maltrecha que solo prioriza los intereses de los poderosos, en los que estamos enredados.


Por cierto, vale muchísimo ver la obra, que se presenta todos los jueves en el Circulo Teatral ubicado en la colonia Roma.

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