Viene una revolución al interior de los partidos por las posiciones a los cargos de representación popular.
Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador destapó a sus corcholatas en 2022, se precipitaron los tiempos electorales y arrancaron las sucesiones adelantadas, bajo un clima polarizado y confuso, que presagia ciertas tormentas.
En el ámbito nacional, las primeras escaramuzas las representaron Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, los dos punteros del partido en el poder. Conflicto, que hasta el día de hoy mantiene en vilo a los morenistas, aunque el presidente de este instituto, pretenda minimizarlo.
Después, Alejandro Moreno (Alito), presidente del PRI y los dirigentes del PAN, junto a Xóchitl Gálvez, plancharon a Beatriz Paredes. Aplicándole un albazo que se justificó, en la burbuja mediática que había catapultado a la hidalguense a las nubes y teatralizando un proceso denominado por ellos, histórico y ciudadano.
Hoy, esta candidatura esta literalmente estancada, debido a errores estratégicos como la falta de comunicación a públicos más amplios que la militancia que integra la coalición de oposición. Además, de una evidente desorganización, así como mensajes sin coordinación entre los principales dirigentes del Frente y su candidata. Por si fuese poco, otro factor por el que han perdido rumbo, son las frecuentes y locuaces ocurrencias de la señora Gálvez, que lo único que auguran, es un hartazgo de los ciudadanos que siguen viendo en el ejercicio de la política, un circo.
Estos hechos no admitidos por los simpatizantes de Xóchitl Gálvez y su círculo rojo, se constatan en las mediciones demoscópicas presentadas por casas encuestadoras muy serias, a las cuales los voceros de la oposición han descalificado, pero solo como truco propagandístico, porque hay cierto sentimiento en la gente, de que tal vez Beatriz Paredes con más experiencia, hubiera dado consistencia y sustento a una propuesta y proyecto de corte nacional, con un discurso que unificara y no hiciera más estridente la comunicación entre actores políticos y ciudadanos.
Ahora, en nueve estados de la República, donde se elegirán gobernadores y jefe de Gobierno, ya comenzaron los conflictos. Probablemente el proceso que acaparará los reflectores será el de la Ciudad de México, donde iniciaron las contiendas de los virtuales candidatos a suceder a Martí Batres.
En Morena, la batalla entre Clara Brugada y Omar García Harfuch sube de intensidad y aunque no es un fenómeno inédito, entre los duros y un candidato externo, la oposición capitalina trata de sacar ventaja mediática. Pero se olvida, que un escenario parecido lo protagonizo el PRD en 2006, con Marcelo Ebrard, en el que de igual forma, la militancia histórica cuestionó duramente al candidato propuesto por Andrés Manuel López Obrador. No obstante, a la postre Ebrard se convirtió en el jefe de Gobierno.
Pero si esta contienda saca chispas, esperemos a ver lo que viene. La lucha entre las y los alcaldes de Álvaro Obregón, Benito Juárez, Cuajimalpa y Cuauhtémoc, fenómeno lógico en un sistema democrático donde estas peripecias, son absolutamente naturales.
Y aunque en los tiempos que vivimos, los ciudadanos esperaríamos prudencia, propuestas y acciones que motiven a la reconciliación y el trabajo conjunto, el momento se ve lejos con los aguerridos aspirantes que han levantado la mano. Signo de tiempos de confrontación y polarización de un México divido por afrentas, espejismos y políticos que se dicen encarnar los intereses de la gente, pero privilegian las ganancias electorales y las de sus grupos.
Los tiempos por venir, prometen sorpresas, desencuentros y desánimos, pero es fundamental que los ciudadanos analicemos muy bien los perfiles de los candidatos y en consecuencia tomemos las decisiones que más convengan a nuestras comunidades y a la nación.
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